Hacer el oso

21 Abr

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Dice el Diccionario Larousse que ‘hacer el oso’ es hacer o decir cosas graciosas, generalmente para que los demás se rían. Voy a proponer en estas líneas una nueva acepción: hacer el oso es imitar las formas de ser y de reaccionar de este mamífero carnívoro plantígrado que llega a tener un metro de altura en la cruz y metro y medio desde la punta del hocico a la cola, de pelaje pardo, cabeza grande, ojos pequeños, extremidades fuertes y gruesas, con garras y cola muy corta. ‘Hacer el oso’ vendría a ser algo así como ‘hacer como el oso’.

Lhotar Seiwert escribió en el año 2005 un libro titulado ‘La estrategia del oso’. El subtítulo está cargado de intención: ‘La fuerza está en la calma’. El libro fue traducido al castellano en el 2006 por la Editorial Integral.
Seiwert es un apasionado de los osos. “Los hay, dice, grandes y pequeños, regorditos y delgados, alegres y tristones. parlanchines y mudos, unos que sonríen y otros que lloran”. Los admira y, por lo que dice, los imita. Tiene osos de todo tamaño y pelaje. “Ya antes de escribir esta fábula se les podía encontrar en cualquier rincón de mi casa, mi despacho y mi jardín”, precisa. Y añade: “Los osos se han convertido en una parte de mi vida”. Seiwert es el especialista en gestión del tiempo más solicitado de Alemania y dirige el “Seiwert Institut” en Heideberg, especializado en gestión del tiempo.
Nos viene a decir en su libro dos cosas muy importantes, basándose en las características que hacen peculiar la vida de los osos:
1. Obran tranquila y serenamente, además de dominar el arte de relajar totalmente su cuerpo y espíritu, como el oso polar que se estira sobre una placa de hielo y deja que el sol le caliente la tripa.
Vivimos cada vez con más prisa. La presión llega a las personas a una edad cada vez más temprana. Me decía hace días un compañero de Facultad que su hija de diez años le había sorprendido diciendo que estaba empezando a hacer curriculum, a acumular méritos para poder competir. Cada día tenemos más prisa. El hombre caminaba a pie, después en bicicleta, después en coche y después en avión. Pronto lo haremos en satélites. Lejos de encontrarnos con más tiempo para vivir sosegadamente, cada día vivimos con más prisas.
El vertiginoso ritmo de la sociedad nos mete en una dinámica infernal. Las ciudades están hechas para conductores apresurados. Los coches alcanzan cada día más velocidad, por las autovías llegamos hoy al destino más rápidamente que hace años. Pero no estamos más tranquilos.

2. Cuando es necesario, echan a correr rapidísimamente y se abaten sobre su presa. Entonces es cuando demuestran su fuerza y energía como ningún otro animal.
Esta segunda característica es también importante, ya que esa prisa crónica y desmesurada se convierte en parálisis cuando se trata de intervenir con eficacia y valentía en un conflicto, en una situación problemática. Frente a la necesaria calma se da la inmovilidad en la toma de decisiones importantes. Es decir, la necesidad de aplazar para mañana lo que es imprescindible realizar no hoy sino ahora mismo. La inversión del empleo de la energía es lo que nos complica la vida. Poner la energía en una aceleración estéril y aplazar sine die la solución de los problemas que requieren fuerza y coraje.
En la fábula que nos cuenta Seiwert en su libro aparecen simbolizados otros tipos de personas con actitudes equivocadas ante sí mismas y ante la vida:
Menchu Lechuza simboliza a una persona que pone el bienestar de todos antes que el suyo, que descuida su salud, que se entrega con abnegación a los demás, que se pasa el día realizando un montón de tareas pero olvidándose de sí misma.
Aleja Abeja es el equivalente a ese tipo de personas que sólo trabajan y de tanto ajetreo olvidan atender a la familia y a los amigos. Un contemporáneo trabajador y comprometido que se aplica con todo empeño a mover la rueda del molino del que aparentemente no hay salida posible.
Curro Zorro es exactamente igual a los ambiciosos que luchan con el problema de no conseguir estar a la altura de las expectativas. Quiere ser siempre el mejor, pero por uno u otro motivo no lo consigue. Esto le hace sentirse descontento.
Leandro Liebre es aquella persona que hace mil cosas a la vez y acaba por no hacer ninguna de ellas. El padre que quiere tener un alto rendimiento en su empresa o como trabajador autónomo y rendir también en las tares familiares. La madre que trabaja y lleva la casa y, además, quiere tener una actividad intensa en lo social y en lo político.
Celestino Ciervo acaba pareciéndose a aquellos cuyo principal problema es la llamada mañanitis. Lo dejan todo para mañana y por eso tienen mala conciencia y se ocupan, para compensarlo, en tareas sin importancia. Cree que, sea como sea, todo seguirá funcionando y no lleva a cabo ninguna iniciativa propia.
El libro del profesor Lothar Seiwert me ha llamado la atención porque es una lección para la vida. Pero también porque representa, como una metáfora, la vida del autor. Salta éste con una curiosa perspicacia de la realidad a la ficción y de la ficción a la realidad. Cuando estás terminando la lectura, cuando te has adentrado en la metáfora, el autor aterriza en la realidad más pragmática y te propone cómo se puede ayudar a los osos de carne y hueso. Te explica cómo llevar un oso maltratado al Parque Alternativo de los osos de Worbis (Turingia), te informa del Proyecto de la WWF para el oso pardo del Cáucaso o te explica qué es la Fundación para el patrimonio natural de Europa y la protección de los osos europeos. Y termina hablando de una fundación (Good Bears of thwe Worlkd-Deutsche Teddystifrunbg) que tiene como finalidad llevar osos de peluche a los niños necesitados.
El oso que, como dice el autor, se abate fiera y velozmente sobre su presa, se ha convertido en el osito de peluche al que abrazan los niños para dormirse. Por la magia de la ternura, la fiereza se ha convertido en placidez. En buena parte se lo debemos a los niños.

5 respuestas a «Hacer el oso»

  1. Por la magia de la ternura quizàs entre todos podamos hacer de éste munndo, un lugar más grato para vivir,amar y compartir.
    Quizás si miramos con ojos de niños sea más fácil…
    Quizás si nos damos con más frecuencia “abrazos de oso” sea más posible.

  2. Buscar un equilibrio entre lo que es importante realizar o podemos llevar a cabo y aquello que nos puede desbordar o estresar y hacer de nuestras vidas un corre sin parar en la que a veces no llegamos a tiempo de todo es la clave para no dejarnos atrapar en las fauces de esta sociedad de consumo. Hoy en día lo vemos en los niños/as saturados de deberes y de actividades complementarias. Niños que tienen que realizar los deberes en el autobus o en la sala de espera del conservatorio o de la clase de pintura porque van muy cogidos con el tiempo. Hoy en día hay mucha gente que no prioriza y se lanzan a una vorágine de actividades que luego pasan factura a los críos con secuelas como los tics etc….
    Luego estamos en una sociedad que lo que importa es tener y no ser, hay que trabajar todo lo que se pueda y más ya que los condicionantes de la sociedad de consumo nos lleva a querer tener, comprar todo lo que se pueda. Ya no basta con tener un móvil, “estas desfasado, tú móvil no es de última generación”, muchas veces oímos este tipo de comentarios por ahí.
    Competimos constamente por ser los mejores, destacar, tener más que el otro y no disfrutar de lo sencillo de la vida, de estar más con los demás y compartir otra serie de valores que no sean el enumerar lo guapos que somos ( cultura de la imagen ), ahora resulta que lo que nos vende es tener un cuerpo perfecto ( cambio radical, venden en la tele ), demasiado radical, y luego las colas de espera para problemas importantes de salud ( en insalud ). Corremos demasiado, y no nos paramos a pensar que es lo que necesitamos para vivir de manera tranquila y sana con nostros mismos y con los demás.

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