Pedir la luna

16 Abr

luna.jpg Como ciudadano del mundo a quien nada le es ajeno, he sido testigo de la abrumadora despedida al papa Juan Pablo II, cuyo pontificado se prolongó de forma casi cruel, aunque muchos digan también que de manera ejemplar. No es el sufrimiento lo que confiere el mérito sino el amor. Descanse en paz.
Ahora quiero mirar hacia adelante. Y formular una utopía que implícitamente contiene una crítica. Cuando alguien emite una opinión crítica sobre la Iglesia suele ser tachado de anticlerical, de resentido, de obseso, de entrometido, de impío y de no sé cuántas cosas más. Cuando el dedo señala la luna, el necio mira la mano. Pocas personas he visto más hipersensibles a la crítica que a los católicos, apostólicos y romanos. Son más papistas que el Papa. No se puede expresar una crítica a la Iglesia sin ser violentamente contestado. Hay, incluso, una reacción organizada de réplicas, en las que vale todo. Es la lucha del bien contra el mal. Ya sé que algunos me dirán que me meta en mis asuntos, pero he de responder que mis asuntos son todos los que conciernen a la vida de las personas y a las estructuras de la sociedad en la que vivo.
1. Creo que sería importante promover un proceso democratizador en la Iglesia. Un proceso que comenzaría con la elección del Papa a través de las diócesis en las que están presentes todos los fieles. (¿A quién representan los cardenales, salvo a sí mismos? El Papa elige a los cardenales y los cardenales eligen al nuevo Papa. Curioso círculo). Un proceso que exigiría un clima abierto al diálogo y a la discrepancia, evitando la condena de teólogos y moralistas considerados heterodoxos. Que llevaría consigo la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Que conllevaría la transparencia de las cuentas, de las inversiones, de los bienes y de su reparto en la Iglesia… Que exigiría un fortalecimiento profundo y extenso del papel del laicado, como reclamaba el Concilio Vaticano II.
2. Resulta imprescindible la separación del poder religioso y del poder civil. ¿Qué sentido tiene hoy día que la Iglesia sea un Estado, que el Papa sea su jefe, con embajadores y nuncios, con ministerios, con diplomacia, con bancos, con estructuras políticas? Desde mi punto de vista, habrían de desaparecer los concordatos, entre ellos el establecido con el estado Español. Desde Constantino, la alianza con el poder civil es una de las lacras más graves de la Iglesia. En los funerales del Papa hubo muchos pobres, quizás, pero era demasiado ostensible y preferente la presencia de los poderosos de la tierra.
3. La preocupación por los desfavorecidos ha de ser uno de los principales ejes de la ación eclesial. No siempre ha sido así. La Iglesia jerárquica no está situada cerca de la miseria, sino de la opulencia. “La Iglesia institucional está alejada del sufrimiento de los pobres”, decía hace unos días Leonardo Boff, teólogo brasileño, uno de los 140 castigados por la Iglesia. Tengo un amigo misionero que siempre ha vivido en territorio de pobreza, muy cercano a los desheredados de la tierra. Hoy está en Honduras. No tuvo ni tiempo ni dinero para acudir a las exequias del Papa.
4. Es preciso alcanzar la igualdad hombre/mujer. Cualquier organización (cultural, política, deportiva, académica, folklórica…) que mantuviese hoy en sus estatutos una discriminación de esta naturaleza, sería denunciada ante los tribunales. Aunque dijese que la causa de la discriminación es la voluntad del fundador o sus arcaicos estatutos. “Nec nominetur in nobis”, (ni se mencione entre nosotros), sigue siendo la respuesta de la Iglesia jerárquica ante la cuestión, repitiendo la expresión de Pío XII. Lo mismo ha de decirse de la ordenación de casados. Me remito a un extenso artículo publicado hace días por el teólogo Hans Küng en la revista ‘La Clave’.
5. Es necesario replantear las pautas morales en relación a la sexualidad. La primera de las exigencias, a mi juicio, es la aceptación del uso de preservativo como medio de evitar la concepción no deseada y el contagio del SIDA. Resulta terrible, sabiendo lo que se sabe, que se cierre los ojos a la realidad del contagio. Decir que la solución es la abstinencia no es una explicación aceptable no sólo porque es evidente que no se cumple sino porque no es admisible desde el punto de vista científico decir que la anticoncepción es una actuación abortiva. No es admisible cerrar los ojos a tanto dolor, a la enfermedad. a la superpoblación y a la muerte. Otra exigencia se refiere al necesario respeto y apoyo a los homosexuales. Creo que la Iglesia debe revisar su valoración moral sobre la homosexualidad. Lo esencial es el ser humano y hay que conocer cuáles son sus circunstancias y sus necesidades. ¿Se aplica el mismo código moral para la sexualidad que para la violencia? ¿Se ha dicho, quizás, que han pecado gravemente los que han declarado, apoyado o hecho la guerra de Irak?
6. La investigación con células madre es un fenómeno impulsado por la compasión y por la lucha contra el sufrimiento humano. Es una manipulación inconcebible hablar de asesinatos cuando se trabaja con células madre. ¿Dónde está el rigor al definir el comienzo de la persona humana? ¿Cómo puede negarse a una madre la posibilidad de salvar a un hijo del dolor, de la enfermedad, de la desgracia?
7. Apoyo y protección de la teología de la liberación. La persecución que por parte de la jerarquía ha sufrido esta parte de la Iglesia (la más sensible, la más cercana a los pobres) ha sido una de las sombras que han entenebrecido, a mi juicio, el último pontificado. Leonardo Boff dice que los teólogos de la liberación son los “amigos de los pobres”. Muchos de sus enfoques se han desvirtuado para poder acabar con su pensamiento y con su acción.
8. Supresión de la asignatura de religión en las escuelas. La catequesis ha de tener lugar en el seno de las parroquias y de las familias. Esa pretensión de acapararlo todo, de invadirlo todo bajo el pretexto de que los padres tienen derecho a elegir para sus hijos la opción educativa que deseen resulta inaceptable. Porque muchos contribuyentes se opondrían a pagar sus tributos para que se expandieran ciertos credos, por mucho que clamasen las familias por el derecho a educar a sus hijos en ellos. Nombrar y cesar profesores que paga el Estado es un privilegio al que debería renunciar voluntariamente la Iglesia. Como a muchos otros. Saldría ganando si cree en la libertad y en la igualdad que predica.
9. Hay que incrementar el diálogo con los fieles, con otras religiones y con el mundo, como deseaba el Concilio Vaticano II. ¿Por qué no se puede opinar y replicar durante las homilías? La falta de transparencia y de diálogo se ha vuelto a mostrar con la prohibición del cardenal Ratzinger de que los cardenales concedan entrevistas en las fechas inmediatas al cónclave. ¿Por qué no hablar? ¿Por qué no se enteran los fieles de lo que se cuece en la curia?
10. La aceptación de la pena de muerte se aviene muy mal con la condena del aborto y de la eutanasia. La defensa de la vida (ni los abortistas, ni los defensores de la eutanasia son defensores de la muerte sino de la vida) exige un mayor rigor. ¿Por qué hay guerras santas? ¿Por qué se puede matar a alguien legalmente?
La notable influencia que grupos conservadores ejercieron en el pontificado de Juan Pablo II fueron cerrando paulatinamente a la Iglesia. Esas fuerzas no están nunca quietas. Hoy siguen maniobrando para orientar la elección. De ahí mi humilde y utópica propuesta. Ya sé que estoy pidiendo la luna. Pero, por pedir, que no quede.

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