Pan y rosas

12 Mar

mujeres.jpgEl pasado día 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer y el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (duplicación innecesaria ya que no es más que una redundancia). Pocos saben por qué, precisamente, se ha elegido ese día que debería celebrarse todos y cada uno de los del año. Entre anuncios publicitarios, felicitaciones, regalos, reivindicaciones y medidas gubernamentales queda oculta la acción que dio origen a esa importante y hermosa celebración. Necesaria, no suficiente por cierto.
El origen se sitúa en una acción organizada por mujeres obreras del siglo XIX en reclamo de sus derechos. El 8 de marzo de 1857 las obreras de una fábrica textil de Nueva York se declararon en huelga contra las extenuantes jornadas de doce horas y los salarios miserables. Las manifestantes sufrieron el castigo de la policía. Justo es rendir homenaje a esas admirables mujeres que sembraron la semilla del árbol que hoy nos cobija. Hay quien piensa que los derechos de que hoy disfrutamos son fruto de la voluntad generosa y sensible de los ricos y de los poderosos. No es así. El disfrute de muchos derechos es fruto de la sangre derramada por personas heroicas que, tiempo antes (siglos, años, meses, o días) lucharon con generosidad, esperanza y valor. Acaso sin poder ver las consecuencias beneficiosas de su lucha. Otros (otras), acomodados, temerosos, escépticos o mezquinamente pragmáticos, se benefician de la sangre y el dolor de quienes sufrieron.
En el mes de marzo de 1909, ciento cuarenta jóvenes murieron calcinadas en la fábrica textil donde trabajaban encerradas en condiciones inhumanas. En ese mismo año otras treinta mil mujeres, obreras textiles, se declararon en huelga y fueron duramente reprimidas por la policía. A principios de 1912, en la ciudad de Lawrence (Masachusets) estalló la huelga conocida como ‘Pan y rosas’, lema del que ha surgido el título de este artículo. Fue protagonizada por obreras textiles que sintetizaban en estas palabras sus demandas por el aumento de salario (el pan) y por mejores condiciones de vida (las rosas). Querían el pan del dinero, querían las rosas de la dignidad.
De esa hermosa consigna surgió el famoso poema de idéntico título que se convirtió en una canción popular del movimiento obrero americano. De él entresaco algunos párrafos:
“Mientras vamos marchando, marchando, a través del hermoso día/ un millón de cocinas oscuras y miles de grises hilanderías/son tocadas por un radiante sol que asoma repentinamente/ ya que el pueblo nos oye cantar: ¡Pan y rosas! ¡Pan y rosas!
Mientras vamos marchando, marchando, gran cantidad de mujeres muertas/van gritando a través de nuestro canto su antiguo reclamo de pan;/ sus espíritus fatigados no conocieron el arte, el amor y la belleza./ Sí, peleamos por el pan, pero también peleamos por las rosas”. Y termina con estas hermosas palabras:
“Nuestras vidas no serán explotadas desde el nacimiento hasta la muerte;/ los corazones padecen hambre, al igual que los cuerpos/. ¡Pan y rosas! ¡Pan y rosas!”.
En 1907, Mary McArthur, perteneciente a la liga inglesa Sindical de Mujeres visitó EEUU para apoyar el movimiento de las mujeres obreras. En Chicago dijo que las mujeres debían trabajar para algo más que para aumentar los salarios. En el discurso dijo: “Si tienes dos pedazos de pan, vende uno y compra flores. El pan es el alimento del cuerpo, las flores son buenas para la mente”. Pan y rosas.
El trabajo de la mujer ha traído consigo beneficios importantes respecto a la liberación del género femenino. Pero ha traído también nuevas servidumbres. Muchas mujeres han tenido que atender las exigencias del nuevo empleo y mantener todas las tradicionales tareas del trabajo doméstico. Doble empleo. Por eso se dice que la jubilación del hombre es el momento en el que comienza el pleno empleo de la mujer. Me gustaría poder reproducir una sencilla imagen que vi hace años y que me pareció muy significativa al respecto. Un hombre está sentado en un cómodo sillón en el salón de la casa. Por la puerta entra su mujer con un clásico maletín de ejecutivo en la mano. Al verla, el hombre se levanta y dice, con tono a la vez alborozado y agresivo: ¡Por fin! ¿Qué tenemos hoy para cenar?
Está claro que la mujer tiene que demostrar mucho más que el hombre para sentir el reconocimiento social, para acceder a un trabajo o para llegar a la dirección. Debe manifestar unas cualidades sobresalientes. Se le paga menos por el mismo trabajo. Y, si lo hace mal, es probable que se atribuya el fracaso a su condición de mujer. El hombre fracasa porque no tiene cualidades, iniciativa o responsabilidad. La mujer, porque es mujer.
Por eso me han parecido magníficas las 53 medidas que el gobierno ha puesto en marcha recientemente para favorecer el trabajo femenino. Hay que concretar, hay que extender, hay que profundizar, ya lo sé. La discriminación positiva es una pequeña compensación ante injusticias seculares. No tengamos recelo los varones, durante tanto tiempo privilegiados. Por eso me parecen también positivas las cuotas obligatorias de participación femenina en el trabajo o en el poder. De momento. No tengamos miedo. Cuando se exige paridad, no es probable que se de el trabajo o el cargo a una mujer incompetente. Las niñas van mejor en el rendimiento académico en todos los niveles del sistema, ¿por qué se sospecha que no va a existir un cincuenta por ciento de mujeres preparadas?
Las conquistas de la liberación de la mujer no son sólo un hecho de estricta justicia para ellas, constituyen también un claro beneficio para los varones y para la sociedad. La humanidad posee dos alas: una es la mujer, la otra el hombre. Hasta que las dos alas no estén igualmente desarrolladas, la humanidad no podrá volar. Dice Boutros Ghali: “Ahora más que nunca, la causa de la mujer es la causa de toda la humanidad”.
Andrea D´Atri escribió el año pasado un hermoso libro titulado ‘Pan y rosas’. El subtítulo es altamente significativo: ‘Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo’. Dice Andrea en el prólogo del libro que “El Día internacional de la Mujer conjuga, entonces, la pertenencia de clase y de género”. Así lo pienso. Existen avances. Lentos, muy lentos. Pero todavía queda mucho camino por recorrer. No se puede olvidar que, mientras se avanza, muchas mujeres viven y mueren en una desfavorable e injusta desigualdad. Hay que darse prisa. Esto no es un ensayo general; esto es la vida.

3 respuestas a «Pan y rosas»

  1. las mujeres tenemos los mismos a aún más derechos que los hombres, porque desde siempre no se nos los fueron reconocidos. valoro a esas primeras mujeres feministas, y concidero que es una de las cosas de la que la sociedad debería sentirse orgullosa. nosotras mujeres no nos tenemos que sentir debiles por nuestra condición, sino estar orgullosas de ella, y segur luchando por nuestros derechos que nos corresponden por exelencia… sigamos luchando feministas

  2. bueno la lectura que acabo de leer es muy buenas es justo lo que yo pense y sigo pensando , x eso mi lucha es y sera conbatir a la masa burocratas que estan siemrep en el poder mi anhelo es poder ver que la clase obrera cambie su forma de penzar , ya que desgraciadamente desde que tengo uso de razon , siempre vivimos y somos manejados x la ultra derecha faacistas ,bueno desde ya muchas grracia x poder dejar mi comentario y ojala allan mas obreras textiles en el mundo, desde ya muchas gracias y hasta simpre

  3. Pingback: Bloc de CJ » Día de la mujer trabajadora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.