Números y mentalidad.

6 Nov

A ver, no voy a soltar eso de las «estadísticas y la parte de arriba del bikini» porque estoy poniendo muy fácil que me tilden de viejo, pero más allá de explicar las diferencias estadísticas, con los dos partidos de esta pasada semana, nos va quedando claro que ni camino del paraíso ni descenso a los infiernos, ¿verdad?
El Unicaja tiene unas prestaciones y unas posibilidades que en mayor o menor medida se pueden intuir, pero lo que sí está claro es que con según qué nivel de intensidad, la mediocridad se apodera del rendimiento, y así no hay posibilidad de responder a la exigencia de la competición.
Singularizo tanto nivel como competición porque desde hace tiempo entendí que ante la disposición del baloncesto continental, el Unicaja es obligatorio que compagine tanto en España como en Europa con la misma intensidad y con necesidad de algo más que un rendimiento testimonial. Y aunque la exigencia no va a ser la misma en Euroliga que en Eurocup, diferente es pedir títulos, pero hay que estar ahí.
Me refería a los dos partidos de esta semana, en Turín y en Burgos, partidos con resultados distintos, pero con sensaciones que no nos dejaron contentos en el choque de Italia y que terminaron de cristalizar en el mal trago del partido ACB.
Hablaba de estadísticas y de números. Eso es jugártela a que cualquiera te lo rebata con otros, o incluso con los mismos, pero con otra interpretación. Más allá de hablar de la defensa de este año o del tema reboteador, lo cierto es que el Unicaja en estas tres derrotas que ha encajado lejos de Málaga, en todas ellas ha quedado en peor porcentaje de tiro de 3 que el rival (33%-29% en Vilna, 33%-31% en Madrid y 40%-20% en Burgos), reseñando el dato que el promedio en Liga ACB es del 41% y en Eurocup del 40%. Además, el equipo promedia 89,2 puntos anotados en los partidos de casa y 87,6 en los de fuera, quedándose sólo en 77,7 en los que terminó derrotado.
No me he querido ceñir al tema defensivo porque la simpleza de los puntos encajados está claro que no es un argumento válido, al menos en este tiempo. Además de la productividad en ataque, y de la mayor o menor dependencia del acierto lejano, me ha llamado la atención la diferencia siempre negativa que presenta ese dato no muy usado que sale de sumar asistencias y balones recuperados y restarle los balones perdidos. Así se ve como en Lituania la diferencia fue 14-9, en Madrid 16-1 y en Burgos 13-11, siempre a favor de los locales.
¿Qué quiere decir esto?, más allá de la obviedad del problema que supone anotar triples con bajo porcentaje y su vinculación con las derrotas, creo que va mucho más en relación con la poca concentración o la bajada de la misma. Aunque se venciera en el Palavela de Turín, el conjunto se transmutó y casi regala el partido a un rival que podría haber sido rematado mucho antes. La capacidad de dar pocas asistencias (fruto de jugadas individuales) o de perder balones (más por errores propios que por agresividad defensiva ajena), creo que son ramas que parten del mismo árbol que es no estar todo lo concentrado que requiere el rival y la competición.
Es obligatorio añadir también la ausencia de Alberto Díaz. Recordar en el partido de Burgos esas entradas hasta debajo del aro sin oposición alguna de Ognjen Jaramaz, o Bruno Fitipaldo, que acabó en modo «summa cum laude». Cuando vuelva el base, va a tener sobre sus hombros la responsabilidad de ser el de antes desde el mismo momento en el que pise el parquet. Consecuencia directa de la vuelta del malagueño será eliminar la exclusividad de la pareja Brian Roberts-Jaime Fernández en la posición de base, algo que al equipo no le está viniendo nada bien.
Sin pensar que pueda ser una catástrofe, no es que no rindan, sino que evitar que puedan simultanearse en cancha, con el añadido del malagueño, le resta riqueza al juego exterior, y al no estar Alberto, defensivamente los conceptos agresividad y concentración parece que hay que ir repitiéndolos en voz alta para que no se olviden.
Dentro de lo que cabe, los daños que pueden observarse creo que pueden ser más intangibles que reales. Creo que el crecimiento del equipo pasa por mejorar las carencias mostradas, eso sí es arreglable. Lamentarse por una lesión, por un viaje o por el acierto del contrario está en la baraja que te reparte la competición, y por lo tanto, has de jugar con ella. Como hace el resto.

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