Esto va de populismo

14 Dic
POPULISMO DE LEONARD  BEARD.
POPULISMO DE LEONARD BEARD.

El desencanto, el Brexit, Trump, Bolsonora y Orbàn, el laberinto catalán, los resultados del 2D, los chalecos amarillos, el bostezo, la prisa de las Redes Sociales y la postverdad, VOX, otra Fake New lanzada a tus pies, la simplificación, la huida hacia adelante… Todas las causas juntas, en un hervidero de confusión, parecen una misma sinfonía sonando distintas, y son solo el síntoma de una misma enfermedad mundial. Esto va de populismo.

Bienvenidos a la era de la incertidumbre en la que viviremos largo tiempo. Un tiempo en el que occidente vive cargado de veneno y miedo: en Francia, Macron sin partido; en EEUU, Trump enfadado y despeinado, en Italia, ni hablar; el Brexit, con su flema xenófoba tomando una taza de té displicente…

Hay una insatisfacción absoluta, un desgaño del que se hace mayor y no ve cubierta sus expectativas, que asoma a través de las rendijas de la desigualdad económica y del problema derivado de los flujos migratorios. La gente vota con el estómago y, luego, nos sorprenden los resultados.

El voto de VOX en Andalucía, sobre la noche de los cuchillos largos y las risas dobladas del 2D, es un voto del desencanto y una profunda insatisfacción. Insatisfacción de políticos que vuelven con fórmulas manidas y fallidas, insatisfacción de sistema, de época, incluso de país. La insatisfacción que viene de muy lejos, con viejos aromas y cierto desdén. Y me da igual que la bala populista venga de izquierdas o derechas. Siempre es certera.

Y a partir de aquí, los mensajes simples, directos, baratos, que calan, el American First, el A por ellos, y los CDR taponando un peaje, descalificando a los medios de comunicación, ignorando la verdad,  a fuerza de Fakenews en la burbuja de Facebook tras mensajes emocionales. La globalización del populismo, con todos sus mecanismos de operación, decide lo que está pasando.

Una luz al final del túnel. Alguien pide una luz y, saben, lo peor, lo peor es que no la tenemos. Nadie ofrece una solución. Los no populistas, ni siquiera tenemos nombre para referirnos, no tenemos ni idea de como combatir esta vanguardia. No hay ideas ni alternativas, pensamos que los otros son simplistas, pero no tenemos una respuesta cristalina y convincente. No vale con insultar y descalificar. No vale con estas columnas y análisis. Ante el desencanto, estamos perdidos.

Debemos hacernos una pregunta: ¿cuál es el mundo distinto en el que queremos vivir? Se acabaron los planteamientos dogmáticos, las verdades clásicas, los balones de oxígeno… Necesitamos nuevos paradigmas, diferentes voces, voces que tendrán que ser colectivas, un new deal, políticos con luces largas que metan mano a la desigualdad y a los flujos migratorios.

La concentración de riqueza en pocas manos, menos del 10 % de la población tiene más de 80 % de la riqueza, hay millones de personas que pasan hambre, los sueldos son más bajos que hace diez años… Y los flujos migratorios, esas avalanchas de seres humanos, imparables, que saltan y saltarán cualquier muro, son los principales problemas y, repito, no tenemos soluciones estructurales, reales, eficientes.

Así estamos, viviendo deprisa sobre el filo afilado de una época fascinante, intelectualmente hablando, para los periodistas, analistas, historiadores del futuro, una época disfuncional, de lamento y desencanto de la que dependerá de nosotros, de todos nosotros, salir para vivir mejor y ser un poco mejores.

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