La vida sigue aquí cuando despiertas

20 Ene
Andy Chango, Alex, El Zurdo, y un tal Roberto López.
Andy Chango, Alex, El Zurdo, y un tal Roberto López.

La vida sigue aquí cuando despiertas. La vida es así: como un fino hilo de humo a punto de romperse, como una tragicomedia, como el siguiente programa de radio… La vida es lo que nos pasa y es lo que hacemos con lo que nos pasa. La vida no se detiene.

La vida no para. Andy Chango viene a la tele. Hablamos de música, de monólogos, del humor… Admiro a Andy desde hace años. Me gustó mucho su disco homenaje a Boris Vian y con Javier Krahe. Le veo más delgado y con ganas nuevas. Ha vuelto de Argentina. Alex, El Zurdo, hace de cicerone. Terminamos hablando de nuestras hijas adolescentes y de la inevitable zanja generacional. “Un día pestañeamos y ya éramos padres”, le digo. Él se ríe pálidamente y coge aire. Cuando de todo empieza a hacer ya mucho tiempo, veinte años, o más tiempo, demasiado.

La vida no para…, y es para aquellos que no les importa el tiempo, les importa el objetivo. El tiempo es una mentira -¿veinte años?-, una convención matemática, cultural, absurda. La vida es una carrera de fondo. El objetivo es la única verdad. Un amigo soñó con ser pintor y se enganchó a la última droga, que es Instagram. Perdió el objetivo, se quedó muy frío y terminó desapareciendo.

La vida no para. Leo, por las noches, antes de dormir, el último de Paul Auster, 4321. Me lo regaló mi amigo El Argonauta, al que siempre estaré agradecido. Se trata de una novela ambiciosa, en el fondo y en la forma, una deslumbrante matanza múltiple, una parábola sobre el destino y sus fatales desvíos. “El único hecho inmutable en la vida de Ferguson es que nació el 3 de marzo de 1947 en Newark, Nueva Jersey”. Nada más.

La vida no para. Pienso en un arco tensado, a punto de ser disparado, por un desconocido enmascarado que te apunta en cada momento. Pienso en aquella pintada en boli de aquel WC que decía: “No somos nada, pero podemos serlo”.

Pienso en la gente a la que les va bien. Recuerdo la charla que tuve, hace días, con Laura Chica. Laura es psicóloga positiva. Está escribiendo su quinto libro. Ha dado miles de charlas. Siempre es luminoso estar con ella, aprendo y me divierto. Al terminar, nuestro conversatorio reflexiono: la gente, que hace lo que les gusta hacer, se les da bien lo que hacen, y es gente sin drama y con ganas.

Un académico americano estaba diciendo de Samuel Beckett que la gente no le importaba porque era un artista. En ese momento, Beckett levantó la voz por encima del ruido de la gente y gritó: “¡Pero a mí sí que me importa una mierda la gente! ¡Una mierda!”.

La vida no para. Tomo café en una de esas tazas de Mr. Wonderful. “Toda aventura empieza con un sí”, se puede leer en la taza. Mr. Wonderfull me parece un bonito anuncio sin contenido. Una farsa, en verdad, o así. Rechazo los pensamientos de Mr. Wonderfull. El mejor pensamiento positivo es el mejor comportamiento positivo. Mejor que pensar es actuar.

La vida no para. Unos amigos vienen a cenar a casa. Comemos algo ligero, bebemos y nos dejamos llevar por la tertulia. A última hora uno de ellos afirma: “tengo la teoría de que cuando uno llora, no llora por lo que llora, sino por todas las cosas que no lloró en su debido tiempo”. Al terminar la frase, guardamos silencio y ese silencio nos atrapa a todos. Pensamos en llorar, en dejarnos llevar, en hacer una locura…, pero nadie se atreve.

La vida no para. Escribo este post y Roma, mi perra, se intenta subir a mis piernas. La ignoro, la evito pero es muy testaruda. “La Romacha”, dice Anita. Lo beagles son muy testarudos y leales. Cuando empiezo la siguiente frase… S+*9e*r-9ig*r8a7fad8*- Esto último lo ha escrito Roma con su hocico, que es una trufa, y me parece un acto de amor sin fisuras, lo mejor de este post y una brillante manera de terminarlo. S+*9e*r-9ig*r8a7fad8*- Pues eso, que termino, que nos vamos de paseo, Roma y yo. Hasta la semana que viene.

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