Y entonces sucede, a veces…

22 Jun
Adán o Nada, Un Drama Transgénero, de Ángelo Néstore -BandaÁpparte-
Adán o Nada, Un Drama Transgénero, de Ángelo Néstore -BandaÁpparte-

Tras una larga noche de amigos, un vendaval de ginebra y palabras, tras la resaca poética y política, en medio de una tarde de sábado, a primera hora, en la sombría habitación, bajadas las persianas, un poemario y un aire acondicionado a 21 grados: “y entonces sucede, a veces, que abres un libro y dejas que te devore”.

Me quedo quieto, sobre la cama, medio desnudo, pasando desapercibido sobre el tiempo y los disparos, pasando las páginas, a fuera otra ola de calor, y me sumerjo en Adán o Nada, Un Drama Transgénero, de Ángelo Néstore -BandaÁparte-, y provoca, como hace mucho en mí, un aliento esperanzador, una fina lluvia agradable, un florecer latente…

Conocí a Ángelo Néstore, tras invitar a su marido, Martín de Arriba, a nuestro programa de la tele. Me lo recomendó mi querida Teresa Lanero y accedí. Martín me pareció un tipo resuelto y divertido al que, con el tiempo, invité a colaborar en la radio. Ángelo un discreto acompañante con el que siempre tener una cuenta pendiente. Marisa del Prado me dejó hace días su último libro y, sí, lo devoro o… ¿es el libro el que me devora a mí? Aún no sé.

Me gusta el arranque, la cita de César Vallejo: “yo nací un día/ que Dios estuvo enfermo”. Vallejo es una espina dorsal a lo largo de toda la pieza. Me gusta la disposición en tres actos y un epílogo, como en una ópera sorda, o expuesto como lo hace, al final, Javier Fernández, “Cuatro propuestas de mise-en-scène de Adán o Nada”. Me gusta la crudeza, dura como la espuma, con la que se escribe el poemario.

Ángelo Néstore conseguía hace unos meses, justo en el Día Internacional de la Poesía y coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Friedrich Hölderlin, el XXXII Premio de Poesía Hiperión, por otra de sus obras, Actos Impuros. Ángelo Néstore es escritor y traductor, y dirige el festival de poesía Irreconciliables y la editorial feminista La Señora Dalloway. Ángelo Néstore es un ángel del renacimiento, un espejo vibrante y una oda.

Como sostiene José Hierro, “después de todo, todo ha sido nada”. Un electro, una radiografía, un zumbido… La obra de Néstore se sostiene en figuras finas, como columnas de humo, de una gran potencia y vitalidad oscura. Corazones de madera, moscas, “espero que no duela”, pienso, ventanas y cámaras lentas. Néstore se desnuda y muda.

Al parecer la idea nació en un teatro, como un experimento en el que sonaba de fondo Franco Battiato, o en una piscina, quién sabe, imagino entrando y saliendo a Néstore de un personaje ocupado, en un espacio kafkiano, luchando contra los convencionalismos con un armamento de palabras. Un drama transgénero o así, la masculinidad en “un libro con la cadencia lírica de quien escruta las escarpadas esquinas de la identidad para exigir nuevos términos, rasgos divergentes, dentro de la autenticidad”, se escribe.

Alejandro Simón Partal expone en el prólogo que “estamos ante un escritor exigente, que más que reivindicar proyecta nuestra condición”, y añade que “este drama muestra unos cuerpos ajenos que forman un nosotros, una tensión entre amar y ser amado, que acaba trascendiendo lo numioso”.

En fin, que me ha gustado mucho la valentía, o la temeridad de la apuesta de Néstore. La poesía debe estar en constante mutación, como células reproduciéndose por mitosis, y en este caso, en este ocaso, existe el requiebro entre la espera, la sorpresa y lo sublime -poesía renovada- y touché. Capas de escritura que son versos ante el tiempo y emociones a flor de piel en la orilla del recuerdo de una piscina, en esta habitación, a esta hora de la siesta, bajadas las persianas, aquí unos poemas que salen disparados en todas las direcciones y, entonces, sólo entonces, sucede.

 

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