La posverdad sobre el tiempo líquido que vivimos

12 Ene
Art of the lie. The Economist.
Art of the lie. The Economist.

La posverdad es Donal Trump ante los medios con un cartel que dice “No hay marcha atrás”, como en La Divina Comedia de Dante, y Hillary Clinton demacrada, knock-out, envejecida, en su primera comparecencia pública tras perder las elecciones, la posverdad es el Brexit y Salvados y Twitter y Donald Trump y el Peugeot de Pedro Sánchez… La posverdad ha venido para quedarse y si usted no sabe lo que es, debería saberlo. La posverdad es una rendija, una salida de emergencia, para no decir la palabra MENTIRA.
El Diccionario Oxford ha entronizado un neologismo como palabra del año 2016 y como nueva incorporación enciclopédica: la post-truth o la posverdad, un híbrido bastante ambiguo cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
La posverdad es la prolongación sentimental de los hechos, un añadido creíble, una coartada, en definitiva, una amenaza para todos. La posverdad siempre ha existido – Hearst en la Guerra de Cuba o Los Protocolos de los Sabios de Sión en Rusia-. Antes era guiada por los medios convencionales, o por los gobiernos, pero en el tiempo líquido que vivimos resulta más difícil relacionarlo con una deontología al uso, digamos.
Lo explicaré: hay cosas que son objetivamente mentira y objetivamente verdad. Los del laboratorio de periodismo de la Universidad de Harvard publicaron un gráfico que mostraba las interacciones que eran verdad y mentira durante las Elecciones de los Estados Unidos. Al parecer, al principio de la carrera electoral ganaban las interacciones verdaderas pero a medida que avanzaba el tiempo los datos se volcaban y las interacciones que eran falsas vencían por goleada.
Ejemplos: “El Papa Francisco sorprende al mundo apoyando a Trump” o “Hillary Clinton amenaza con declarar la guerra nuclear” son titulares falsos que han corrido como la pólvora por las redes, que se han dado por verdad por muchos, que han calado en la sociedad y que son, lamentablemente, ejemplos de posverdad.
La verdad y la mentira forman parte del ser humano desde su origen. La verdad y la mentira son herramientas para vivir en sociedad: el arte del engaño, del autoengaño, Sabina cantando de fondo “Más de cien mentiras”…, que les voy a contar, ¿verdad? Frente el ser racional y científico, como apuntaba Nietzsche, está el ser intuitivo, que quizá tampoco es feliz, pero se deja llevar por el instinto y se siente más libre. La posverdad nos empuja a ser emocionales y nos susurra al oído: “amigos, os estoy mintiendo, de acuerdo, pero así os parecerá que votáis libremente, sin el engañoso razonamiento de los políticos”.
Por lo tanto, es oficial, lo han dicho los de Oxford y lo han convertido en palabra del año, vivimos en la sociedad de la mentira y eso crea una cierta sensación de distopía, sí, eso de vivir sabiendo que noticias que son mentira, y que sabemos positivamente que son mentiras, influyen más en la sociedad que las que son verdad. Por ello, se justifica y explica el triunfo de Trump, o la conmoción que ha supuesto el Brexit, o el fracaso del referéndum de las FARC en Colombia.
La posverdad es la teoría de la conspiración, una resonancia orweliana, un hueco semántico recién cubierto. La posverdad es la discriminación revelada por la verdad sentida, una mentira asumida como verdad o incluso una mentira asumida como mentira. Da igual, es el todo vale, es el vídeo que verá en un rato en su muro de Facebook y que le hará emocionarse y que compartirá, es el flequillo de Trump y el plasma de Rajoy, es una burbuja, un rumor creciente, un parpadeo, un rápido destello, una calumnia que llega como un maremoto… Así que atentos todos al cielo, calma, quietos, cojan aire…, quizá nos toque correr. (LAZI 😉

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